EN LOGROÑO

La calle famosa, la que cualquier foráneo que haya pasado por Logroño te recomendará, es la calle del Laurel. Pero en la calle San Juan uno también se puede mamar a base de vinos y degustar pinchos de calidad. Desde zapatillas de jamón serrano con tomate, a pinchos de tortilla a un euro -con picante o sin picante-; pimientos rellenos de las formas más variadas; tostas con huevo de codorniz y boletus; magret de pato con salsa de frambuesa; brochetas de sepia a la plancha; o croquetas de pulpo. Y todo regado con vino de la región, crianza o añada.

Lo bueno de Logroño es que allí, a diferencia de la Aldea, donde la cantidad en la tapa se ha ido imponiendo a la calidad, abunda el pincho elaborado. Lo bueno de Logroño es que, también a diferencia de la Aldea, abundan las cafeterías donde poder tomarse un café tranquilamente. Lo bueno de Logroño, también dándole la bofetada a la Aldea, es que allí las zonas peatonales son peatonales, o por lo menos así lo aparentan durante el fin de semana, que en la calle Portales, equivalente a la calle Mayor de la Aldea, no se ven las manchas de grasa producidas por un incesante flujo de camiones y furgonetas de reparto durante los laborables, ni las bolsas de basura y cajas con que los comercios suelen adornar la calle Mayor a partir de la hora de cierre.

Y es que cada vez que salgo fuera y vuelvo luego a la Aldea, la veo más sucia, cutre y casposa. Ya no ha quedado ni para mostrar algo de orgullo provinciano.