lunes, 12 de marzo de 2012

LUCES DE BOHEMIA

Ayer tenía una ineludible cita con Max Estrella en el María Guerrero. Y puede que fuese el hecho de ir con ciertas pretensiones —elevadas, sí, pero es el mínimo respeto que se merece la obra de Valle-Inclán—; que fuera la primera vez que veía representado el Texto —en mayúsculas porque sí—, que es uno de mis favoritos y como me suele pasar con los cómics transformados en películas, casi que duele más. El caso es que salí de allí con bastante sabor amargo —un sabor que casi mancilla el regustillo que llevaba en la boca a tacos y negra modelo—. 

Los actores me parecieron en general flojos y en algunos casos ostensiblemente nada creíbles —¿tanto daño hace la televisión al actor de teatro? Pues parece que sí—. Y el montaje tampoco es que sea para echar cohetes —esto se lo anotaremos en el debe al recientemente "goyarizado" Lluís Homar—. La representación ni conmueve, ni cabrea. En todo caso resulta un esperpento dentro del esperpento.

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