VIERNES
- Que lo de subir al Ecce Homo como que mejor lo dejamos para otro día.
- ¿Eh?
- Porque está lloviendo.
- No jodas - mientras miro por primera vez en el día a través de la ventana-. Pues sí, va a haber que dejarlo para otro día. Cago'n lá.
8 de la mañana. Un café caliente, dos tostadas y un vaso de zumo... no se van a quedar ahí. Desayuno y me vuelvo al jergón. Y a eso de las 9:30, cansado de dar vueltas y de escuchar lo mismo por la radio, me levanto definitivamente.
Salgo a la calle. Cielos grises acompañados de pequeñas gotas intermitentes y una temperatura agradable para estas fechas, inusual. Así que me voy por el borde del río con la intención de ver si se puede cruzar a la otra orilla a la altura del Val, por ahorrar un par de kilómetros de caminata cuando suba definitivamente la semana que viene. Y a la altura de la Juve, tras ver lo que estaban montando para la feria, las gotas intermitentes se convierten en una tormenta, así que planes frustrados otra vez. De vuelta para casita empapado.
Por la tarde poco que hacer. A eso de las 7 vino el Espía, nos tomamos unas birras, le machaqué al 'Pro-evolution', machacamos a un par de tipos en 'El padrino' y nos piramos a ver el pregón y la traca. Y... siguiendo la tónica del día, ni pregón, ni traca. Cruzábamos el Pº de los Curas cuando se empezaron a escuchar las detonaciones. Nos fuimos a la esquina del Rincón a acabarnos la birra y allí se nos unió Luis. Visita a la Ruina, cerveza con olor a... pepinillos.
- ¿Qué?
- Que sí, que esto huele raro, como a pepinillos o aceitunas.
Después se nos unió Esther. Una birrilla en el Reloj, que estaba hasta arriba y que, ¡oh, sorpresa! ¡Ponían pinchos! Tras eso vino el primer cisma de la noche, Esther se largó a los Juglares y nosotros nos fuimos al recinto ferial, a los Presidiarios.
Que como el año pasado, tenían la música a toda hostia y estaba lleno de yogurines. Por allí andaba JB y algún que otro conocido. Tras unos litrillos y perder a Luis, nos fuimos en busca de cena. Oh, craso error. Recomendación: nunca, nunca, ni por la más remota idea estúpida que albergué tu cabeza, nunca te pilles un bocadillo de entresijos en la Feria. Primero, porque es caro. Y segundo, además de que no está demasiado bueno, tampoco sienta demasiado bien al estomago.
De vuelta en los Presidiarios nos encontramos con Txely y familia. Unos litros más. El Espía que se pira con cara de '¡malditos entresijos!'. Fuera empieza a llover con fuerza. No pasa nada, si estamos a cubierto. No pasa nada hasta que alguien te empapa la espalda, piensas que se le ha caído encima tuya un litro, te tocas y... ummm, ¿barro? A nuestra espalda había una especie de barrizal, que iba in crescendo, amenazando con convertir la peña en un mini-Woodstock. Eso y un par de gilipollas, en un claro proceso de involución, regresando a sus cercanos años infantiles, aquellos años de maternos '¡No te metas en los charcos!', salpicando a todo el mundo y ganándose el aprecio de todos. 'Que simpáticos... ¡Matémosles!'. Ante la perspectiva de seguir recibiendo barro, acabar cagándome en Dios y aplicar lo aprendido en 'El padrino' aquella misma tarde... terminé por largarme a casa, donde comprobé que me habían llenado de barro mucho más de lo que pensaba. 'Vienes a mi casa, el día de la boda de mi hija y me pides que mate a un hombre'. Me estoy haciendo viejo.
Y hoy, se alternan las nubes con los claros, sopla viento y seguro que llueve por la noche. Paso de presidiarios y barro. Además, no ponen a Johnny Cash. ¿Cómo te puedes llamar Presidiarios y no poner a Cash?